SEAMOS MISERICORDIOSOS DIOS NO QUIERE SACRIFICIO
Escrito por: Margot Salas
“Porque misericordia quise, y no sacrificio; y conocimiento de Dios más que holocaustos.” (Oseas 6:6)
La Biblia registra en el evangelio dos episodios en los que Jesús cita este pasaje de la Escritura.
El día que se acerca a un publicano o cobrador de impuestos de mala fama entre los judíos: Mateo. Luego de sentarse junto a pecadores y publicanos en una mesa, los fariseos reprochan a los discípulos “¿por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?” Mateo 9:11 Ante esto Jesús responde con argumentos que incluyen la siguiente cita: “aprended qué cosa es esta: Misericordia quiero y no sacrificio”.
Aquella ocasión en que los fariseos lo atacan por permitir a sus discípulos recoger alimentos en día de reposo, nuevamente cita al profeta Oseas: “si supieseis qué es: Misericordia quiero y no sacrificio” Mateo 12:7.
El día que se acerca a un publicano o cobrador de impuestos de mala fama entre los judíos: Mateo. Luego de sentarse junto a pecadores y publicanos en una mesa, los fariseos reprochan a los discípulos “¿por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?” Mateo 9:11 Ante esto Jesús responde con argumentos que incluyen la siguiente cita: “aprended qué cosa es esta: Misericordia quiero y no sacrificio”.
Aquella ocasión en que los fariseos lo atacan por permitir a sus discípulos recoger alimentos en día de reposo, nuevamente cita al profeta Oseas: “si supieseis qué es: Misericordia quiero y no sacrificio” Mateo 12:7.
Temo que si el Maestro tuviera que citar nuevamente la Ley y los Profetas para entregar alguna enseñanza o amonestación a la iglesia cristiana del siglo XXI tal vez usaría por tercera vez este pasaje. Pueden o no compartir conmigo esta sospecha, pero lo seguro es que Dios quiso preservar estos dos episodios en la memoria de Mateo, y si negamos que estos incidentes tienen algún alcance para nosotros -actuales lectores del mensaje inspirado por Dios-, si decimos “este pasaje no se aplica a mi vida, sino a otros”, ésa es la mejor muestra de que lo necesitamos realmente.
A primera vista resulta muy incómodo asumirnos como destinatarios de estas palabras, y más si sabemos que los destinatarios anteriores fueron los judíos ritualistas en tiempo de los profetas y los fariseos en tiempo de Jesús-.
.DESTINATARIOS
A. Judíos ritualistas
La religión judía en el tiempo de los profetas estaba pasando por una seria crisis espiritual. En Isaías leemos:
A. Judíos ritualistas
La religión judía en el tiempo de los profetas estaba pasando por una seria crisis espiritual. En Isaías leemos:
“Príncipes de Sodoma,
¿Para qué á mí, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Harto estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de animales gruesos: no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos.
¿Quién demandó esto de vuestras manos, cuando vinieseis a presentaros delante de mí, para hollar mis atrios?
No me traigáis más vano presente: el perfume me es abominación: luna nueva y sábado, el convocar asambleas, no las puedo sufrir: son iniquidad vuestras solemnidades.
Vuestras lunas nuevas y vuestras solemnidades tiene aborrecidas mi alma: me son gravosas; cansado estoy de llevarlas.
Cuando extendiereis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos: asimismo cuando multiplicareis la oración, yo no oiré: llenas están de sangre vuestras manos.” Isaías 1:10-15
oid la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra.¿Para qué á mí, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Harto estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de animales gruesos: no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos.
¿Quién demandó esto de vuestras manos, cuando vinieseis a presentaros delante de mí, para hollar mis atrios?
No me traigáis más vano presente: el perfume me es abominación: luna nueva y sábado, el convocar asambleas, no las puedo sufrir: son iniquidad vuestras solemnidades.
Vuestras lunas nuevas y vuestras solemnidades tiene aborrecidas mi alma: me son gravosas; cansado estoy de llevarlas.
Cuando extendiereis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos: asimismo cuando multiplicareis la oración, yo no oiré: llenas están de sangre vuestras manos.” Isaías 1:10-15
Leemos en el Antiguo Testamento que los sacrificios eran “agradables a Dios”, pero al parecer sucedió algo espantoso, porque según Isaías, Dios estaba “harto” de los sacrificios y dice que el perfume –en otro tiempo suave y agradable para Él- pasó a ser abominable. ¿Qué había sucedido?, el pueblo había reemplazado el verdadero sentido de la ley por un sistema religioso de ritos externos, observancias y apariencias, con un corazón sucio y sin Dios.
Fariseos
Los fariseos fueron receptores directos de este estricto formalismo religioso. Fueron una secta que observaba tradiciones y leyes externas, pero al igual que los judíos ritualistas, su corazón estaba sucio y lejos de Dios. Juan el bautista se refiere a ellos como “generación de víboras” y Jesús los trata como “sepulcros blanqueados”.
Los fariseos fueron receptores directos de este estricto formalismo religioso. Fueron una secta que observaba tradiciones y leyes externas, pero al igual que los judíos ritualistas, su corazón estaba sucio y lejos de Dios. Juan el bautista se refiere a ellos como “generación de víboras” y Jesús los trata como “sepulcros blanqueados”.
Y nosotros
¿Cuántas veces nos hemos sorprendido a nosotros mismos, en el secreto de nuestros pensamientos, siguiendo una simple rutina religiosa semanal, de cultos, devocionales y servicios?
Generalmente, o le hacemos el quite a la idea de pensarnos a nosotros mismos como fariseos, o bien atribuimos el fariseísmo a determinadas sectas de actualidad. Pero ¿cuántas veces podríamos homologar las actitudes farisaicas con las nuestras?: basta poner la mira sobre los cultos y preguntarnos si nuestra presencia en ellos responde a una inercia ritual o si realmente nuestra alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuántos de nosotros habremos adquirido una conducta aparentemente cristiana por el mero contagio social, creyendo que ya no somos como el mundo? Dios no quiere adornar nuestra presentación personal “para ser vistos de los hombres”, Él quiere transformar nuestras vidas conforme “a Su imagen y semejanza”.
No creamos que este diagnóstico es exagerado: el mismo Señor dice a la iglesia de la Odisea “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente.”(Apocalipsis 3:15). La carta a la Odisea es, con toda certeza, el mensaje que Dios tiene para la iglesia cristiana de los últimos tiempos. Nuestro exterior puede ser muy brillante, pero Él sabe lo que está en el corazón de cada uno, Él conoce nuestra realidad íntima. La naturaleza humana es muy cambiante a camuflarse bajo lo formal y lo externo, y a desentenderse o olvidarse de la fuente íntima de la que emana toda verdadera vida espiritual, toda correcta relación con Dios; es decir, del poder transformador de Cristo, a quien tanto resistimos cada vez que desea obrar en nosotros.
¿Cuántas veces nos hemos sorprendido a nosotros mismos, en el secreto de nuestros pensamientos, siguiendo una simple rutina religiosa semanal, de cultos, devocionales y servicios?
Generalmente, o le hacemos el quite a la idea de pensarnos a nosotros mismos como fariseos, o bien atribuimos el fariseísmo a determinadas sectas de actualidad. Pero ¿cuántas veces podríamos homologar las actitudes farisaicas con las nuestras?: basta poner la mira sobre los cultos y preguntarnos si nuestra presencia en ellos responde a una inercia ritual o si realmente nuestra alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuántos de nosotros habremos adquirido una conducta aparentemente cristiana por el mero contagio social, creyendo que ya no somos como el mundo? Dios no quiere adornar nuestra presentación personal “para ser vistos de los hombres”, Él quiere transformar nuestras vidas conforme “a Su imagen y semejanza”.
No creamos que este diagnóstico es exagerado: el mismo Señor dice a la iglesia de la Odisea “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente.”(Apocalipsis 3:15). La carta a la Odisea es, con toda certeza, el mensaje que Dios tiene para la iglesia cristiana de los últimos tiempos. Nuestro exterior puede ser muy brillante, pero Él sabe lo que está en el corazón de cada uno, Él conoce nuestra realidad íntima. La naturaleza humana es muy cambiante a camuflarse bajo lo formal y lo externo, y a desentenderse o olvidarse de la fuente íntima de la que emana toda verdadera vida espiritual, toda correcta relación con Dios; es decir, del poder transformador de Cristo, a quien tanto resistimos cada vez que desea obrar en nosotros.
MENSAJE
El capítulo de Oseas 6:1-2 puede ser entendido en dos direcciones: como un anuncio profético y mesiánico; en este enfoque los primeros versículos hablarían sobre la resurrección de Jesús. Como un mensaje de tipo moral, según esta interpretación reconocemos en el pasaje la voz de Dios reprendiendo la conducta de su pueblo. Para este estudio he considerado únicamente la segunda línea.
El capítulo de Oseas 6:1-2 puede ser entendido en dos direcciones: como un anuncio profético y mesiánico; en este enfoque los primeros versículos hablarían sobre la resurrección de Jesús. Como un mensaje de tipo moral, según esta interpretación reconocemos en el pasaje la voz de Dios reprendiendo la conducta de su pueblo. Para este estudio he considerado únicamente la segunda línea.
A) Misericordia “Misericordia quise y no sacrificios”
Uno de los temas más desarrollados en el libro de Oseas es la misericordia de Dios, es decir, el amor perdonador y paciente que el Señor tiene hacia el pecador. Pero además hay continuos llamados a la misericordia entre los hombres, a modo horizontal. Leemos por ejemplo:
“OID palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová pleitea con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra.”
Uno de los temas más desarrollados en el libro de Oseas es la misericordia de Dios, es decir, el amor perdonador y paciente que el Señor tiene hacia el pecador. Pero además hay continuos llamados a la misericordia entre los hombres, a modo horizontal. Leemos por ejemplo:
“OID palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová pleitea con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra.”
“Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; arad para vosotros : porque es el tiempo de buscar á Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia.”
“Tú pues, conviértete a tu Dios: guarda misericordia y juicio, y en tu Dios espera siempre.”
Podríamos creer a primera lectura que en este caso “misericordia” sigue la misma acepción que atribuimos a la misericordia de Dios, es decir, amarnos con un amor perdonador y paciente, lo cual es totalmente necesario, correcto y bíblico. Pero esta interpretación separa la palabra del contexto. Me parece que el significado que mejor concuerda con el mensaje de Oseas y con el sentido que le dio Jesucristo al pasaje no es el de misericordia como un “amor paciente y perdonador”.
Tratemos de imaginarnos la siguiente escena:
Jesús y sus discípulos caminan recorriendo las aldeas en un día de reposo y se detienen a recoger alimentos, en eso los fariseos reaccionan con celo religioso y se produce el siguiente diálogo
Fariseos: mira a tus discípulos, ¿acaso no saben que lo que están haciendo es un pecado?
Jesús: vaya, veo que ustedes realmente necesitan aprender a amar con un amor paciente y perdonador.
Sin duda el cuadro parece totalmente fuera de lugar, porque Jesús estaría dando la razón a los fariseos y admitiendo que sus discípulos están en pecado. El sentido de la palabra misericordia en esa ubicación significa “espíritu de la ley”.
A Dios no le importa la habilidad humana que tengamos para obedecer el sumario de leyes, sino que sepamos entender el sentido o espíritu que hay detrás de sus ordenanzas.
“Misericordia quiero y no sacrificio” equivale a decir: “no me interesa que cumplan formalmente con una sumatoria de ritos y leyes, lo que realmente me importa de ustedes es que haya un fuego interior, una sed de espíritu y una verdadera entrega”.
El Señor reconoce que hay una diferencia abismal en la escala de principios fariseos y los suyos. Jesús pone en primer lugar la moral interior, la santidad de espíritu, luego el orden ceremonial y ritual de tipo externo; de hecho el sermón del monte responde a esta escala valórica.
Tratemos de imaginarnos la siguiente escena:
Jesús y sus discípulos caminan recorriendo las aldeas en un día de reposo y se detienen a recoger alimentos, en eso los fariseos reaccionan con celo religioso y se produce el siguiente diálogo
Fariseos: mira a tus discípulos, ¿acaso no saben que lo que están haciendo es un pecado?
Jesús: vaya, veo que ustedes realmente necesitan aprender a amar con un amor paciente y perdonador.
Sin duda el cuadro parece totalmente fuera de lugar, porque Jesús estaría dando la razón a los fariseos y admitiendo que sus discípulos están en pecado. El sentido de la palabra misericordia en esa ubicación significa “espíritu de la ley”.
A Dios no le importa la habilidad humana que tengamos para obedecer el sumario de leyes, sino que sepamos entender el sentido o espíritu que hay detrás de sus ordenanzas.
“Misericordia quiero y no sacrificio” equivale a decir: “no me interesa que cumplan formalmente con una sumatoria de ritos y leyes, lo que realmente me importa de ustedes es que haya un fuego interior, una sed de espíritu y una verdadera entrega”.
El Señor reconoce que hay una diferencia abismal en la escala de principios fariseos y los suyos. Jesús pone en primer lugar la moral interior, la santidad de espíritu, luego el orden ceremonial y ritual de tipo externo; de hecho el sermón del monte responde a esta escala valórica.
Conocimiento “y conocimiento de Dios más que holocaustos”
Es de notar que Jesús no cita la segunda parte del versículo: “y conocimiento de Dios más que holocaustos”. Sin duda es porque los fariseos realmente estudiaban la ley. Es cierto que erraban ignorando las Escrituras, y que hacían una lectura seca y frívola de ellas, pero al menos tenían letra, muerta pero letra. Lo que necesitaban era la misericordia, es decir, entender el espíritu de la ley, no seguir cultivando su conocimiento muerto de la ley.
Entre los cristianos del nuevo siglo, encontramos a quienes ni siquiera tienen letra muerta.
Muchas veces se oye citar las siguientes palabras del apóstol Pablo:
“El mismo nos capacitó como ministros del nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu. Porque la letra mata, pero el Espíritu vivifica.” (2 Corintios 3:6)
Es de notar que Jesús no cita la segunda parte del versículo: “y conocimiento de Dios más que holocaustos”. Sin duda es porque los fariseos realmente estudiaban la ley. Es cierto que erraban ignorando las Escrituras, y que hacían una lectura seca y frívola de ellas, pero al menos tenían letra, muerta pero letra. Lo que necesitaban era la misericordia, es decir, entender el espíritu de la ley, no seguir cultivando su conocimiento muerto de la ley.
Entre los cristianos del nuevo siglo, encontramos a quienes ni siquiera tienen letra muerta.
Muchas veces se oye citar las siguientes palabras del apóstol Pablo:
“El mismo nos capacitó como ministros del nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu. Porque la letra mata, pero el Espíritu vivifica.” (2 Corintios 3:6)
Pero se usa en un sentido totalmente aislado de su contexto, para decir precisamente lo que Pablo nunca quiso decir a los cristianos. En discusiones entre cristianos, cuando alguien nos obliga a razonar acerca de lo que creemos, cuando alguien incentiva una sana discusión sobre asuntos de fe, solemos citar “la mucha letra mata”. Usamos este versículo a modo de excusa cuando no queremos ir más allá de nuestra comodidad racional.
Dios quiere que le rindamos un culto racional, Él no espera solamente que le ames con todo tu corazón y con toda tu alma, sino también con toda tu mente. Para que nuestro amor a Dios sea completo debemos poner nuestro intelecto en el altar del sacrificio, nuestro conocimiento como holocausto, es decir, entregado a Su voluntad y a Sus pensamientos.
La razón por la que el cristiano se vuelve frío, formal y vacío, y no llega al espíritu de las personas, es porque las personas se niegan a discutir y defender la fe, es decir, dialogar y razonar acerca de sus creencias. La religión se encarnó en el alma de los cristianos justamente en tiempos que era necesario pensar la fe, como en tiempos del imperio romano y la reforma, donde asumir la fe implicaba entenderla y dar razón de ella. Esto hacía arder la pasión por Dios en los cristianos.
La amenaza para el cristiano actual no se encuentra en la arena del circo romano o en las hogueras de la inquisición, sino en los ataques que arremeten los incrédulos a los fundamentos de nuestra fe. Ante esto, el plan de Dios es que estemos “siempre listos para responder a cada uno que nos demande razón de la esperanza que tenemos” 1 Pedro 3:15 El evangelio recibe ataques día a día y, ante tal adversidad, nuestro deber como seguidores de Cristo es estar preparados para defender nuestra fe, lo cual debiera expresarse fundamentalmente en el estudio apasionado de las Escrituras.
Dios quiere que le rindamos un culto racional, Él no espera solamente que le ames con todo tu corazón y con toda tu alma, sino también con toda tu mente. Para que nuestro amor a Dios sea completo debemos poner nuestro intelecto en el altar del sacrificio, nuestro conocimiento como holocausto, es decir, entregado a Su voluntad y a Sus pensamientos.
La razón por la que el cristiano se vuelve frío, formal y vacío, y no llega al espíritu de las personas, es porque las personas se niegan a discutir y defender la fe, es decir, dialogar y razonar acerca de sus creencias. La religión se encarnó en el alma de los cristianos justamente en tiempos que era necesario pensar la fe, como en tiempos del imperio romano y la reforma, donde asumir la fe implicaba entenderla y dar razón de ella. Esto hacía arder la pasión por Dios en los cristianos.
La amenaza para el cristiano actual no se encuentra en la arena del circo romano o en las hogueras de la inquisición, sino en los ataques que arremeten los incrédulos a los fundamentos de nuestra fe. Ante esto, el plan de Dios es que estemos “siempre listos para responder a cada uno que nos demande razón de la esperanza que tenemos” 1 Pedro 3:15 El evangelio recibe ataques día a día y, ante tal adversidad, nuestro deber como seguidores de Cristo es estar preparados para defender nuestra fe, lo cual debiera expresarse fundamentalmente en el estudio apasionado de las Escrituras.